jueves, 12 de noviembre de 2015

Aprendiendo sobre zapatos ecológicos: luces y sombras

Algo tan pedestre como un par de zapatos puede convertirse en un grave problema ambiental desde distintos puntos de vista, por eso últimamente me he dedicado a investigar sobre modelos que contribuyen a reducir mi huella ecológica.

Ya sabemos que la fabricación de zapatos genera muchos residuos y que la mayoría de ellos no son reciclables o son directamente tóxicos, o las dos cosas. Además, es fácil imaginar que para elaborar la mayoría de zapatos se usan grandes cantidades de pegamentos, gomas y espumas a base de productos petroquímicos, que emanan gases tóxicos al secarse y liberan sustancias químicas perjudiciales al desgastarse.

Pero lo que no es tan conocido es que la piel de los zapatos, salvo en raras ocasiones, se curte con sales de metales pesados, que producen agua residual extremadamente tóxica para las personas y los ecosistemas.

Todo esto tiene efectos muy negativos en los países productores, ya que los residuos tóxicos pasan de las fábricas a las aguas y a las tierras agrícolas, y además se generan altas concentraciones de humos tóxicos debido a los pegamentos y las espumas. 

¿Zapatos ecológicos? Según lo que entienda el fabricante

Los zapatos que se venden como ecológicos pueden ser la solución, pero he podido comprobar que, en muchos casos, depende mucho de lo que el fabricante entiende como ecológico. Por ejemplo, he encontrado que muchísimos zapatos que llevan la etiqueta de ecológicos se fabrican en países en vías de desarrollo, o a una gran distancia de donde se venden. Esto probablemente sea así por un afán del fabricante en reducir costes, pero el resultado es que la huella de carbono de estos zapatos es muy similar a la de los convencionales.

Además, parece que la piel curtida con sustancias vegetales es menos tóxica que aquella en la que se emplea cromo, pero necesita mucha más agua, que probablemente no se elimine de manera adecuada y siga siendo tóxica para los cursos fluviales de la zona :(

Para evitar la piel, si optamos por zapatos de tela, el problema es que no son tan duraderos :S Lo mismo pasa con la goma de látex: la natural no dura tanto como la goma sintética de alta calidad. Por lo que, si unos zapatos ecológicos duran sólo la mitad o la tercera parte que unos convencionales, ¡buf!, tienen que ser mucho más ecológicos para poder competir con ellos.  

La foto la comparte Cíntia Regina en Flickr

miércoles, 18 de marzo de 2015

¿Sártenes responsables? ¡No es tan difícil como parece! :)

Mi compi' de piso lleva semanas quejándose de nuestra sartén. Diciendo que está abollada y que se pega, avisando de que tenemos que cambiarla por una nueva.

Al final le he hecho caso y me he puesto a investigar sobre qué tipo de sartenes (y de menaje de cocina) son las más responsables. Comparto lo que he aprendido.

Antes de elegir una sartén, una olla u otro utensilio de cocina, tenemos que fijarnos en el tipo de fogones que tenemos, porque estos condicionan la eficiencia de los tipos de enseres que utilicemos. En nuestro caso, tenemos vitrocerámica. Para aprovechar al máximo su energía conviene que los utensilios tengan la base plana, sin abollar. Así maximizaremos la superficie de contacto con el vidrio. También es importante que escojamos sartenes u ollas que tengan un diámetro no inferior al del fogón. 

Luego nos interesa saber con qué materias primas se ha fabricado el utensilio, cómo distribuye el calor, si evitará que la comida se pegue, si puede desprender algún elemento tóxico, y si será duradero. 

  • Empezando por las materias primas, vemos que todos los materiales con los se fabrican las sartenes no son renovables :( Así que es importante que nos hagamos con utensilios de calidad que nos puedan durar mucho tiempo. ¡También es importante cuidarlos, claro! :)
  • En cuanto a la distribución del calor, hay que fijarse en el grueso de la base de la sartén: no debe ser demasiado fina porque repartirá desigualmente el calor y es más fácil que se abolle. Algunas sartenes llevan una capa de titanio en la base porque, al ser tan duro, es mucho más complicado que el utensilio se deforme. Un truco para ver si un utensilio distribuye bien el calor es extender una capa fina de clara de huevo en él y calentarlo y ver si se coagula antes en unas zonas que en otras.
  • De los metales que se emplean para fabricar utensilios de cocina, el mejor conductor es el aluminio, luego el hierro y después el acero inoxidable. La cerámica transmite el calor más lentamente.
  • Eso sí, la comida se pega mucho menos en los utensilios de cerámica que en los de metal. Para evitar las "pegadas", las sartenes suelen tener revestimientos antiadherentes. Los más comunes son el teflón (funciona genial si no se raya pero tiene algún problema de toxicidad), el esmalte y su variante vitrificada, el aluminio anodizado (se raya muy fácil) y los recubrimientos cerámicos.
  • Por lo que he podido leer parece que no hay que preocuparse mucho por los tóxicos que los utensilios de cocina puedan desprender, a excepción del teflón. Este material, que técnicamente se le conoce por las siglas PTFE, fue inventado por la multinacional DuPont. Es una mezcla de polímeros sintéticos conocidos como PFC's, catalogados como "compuestos orgánicos persistentes", lo que significa que se acumulan en el medio y en el cuerpo y no los eliminamos. Hay bastante polémica alrededor del teflón, de hecho, está catalogado como "posible cancerígeno" por algunas agencias de protección ambiental. Así que lo más seguro, probablemente, sea evitar o minimizar el uso de utensilios recubiertos con este material. 
  • También tenemos que fijarnos en los mangos. Es importante que no se desarmen fácilmente. Los más duraderos son los que forman una pieza con la sartén. La siguiente mejor opción sería que el asa fuera del mismo material que el utensilio y estuvieran soldados. Es cierto que de estas dos formas, el mango se calentará, pero sólo hay que cogerlo con un guante o un trapo, y listo. 
  • Algunos colegas me han recomendado que, para que dure más, me haga con una sartén de gama profesional. Puede ser otra opción a valorar, claro, pero los precios suben un montón y los mangos suelen ser más largos de lo habitual, cosa que se puede convertir en un engorro en una cocina de armarios y dimensiones domésticas :)
  • Sartenes made in Spain? La mayoría de utensilios de cocina que se encuentran en las tiendas están fabricados en el Sureste asiático, en general de calidad muy baja. También en estos países se fabrican los enseres de Ikea. Pero en las ferreterías de barrio y en tiendas especializadas, tanto físicas como online, podemos encontrar utensilios hechos en el Estado español, o al menos en Europa, y de mayor calidad. 
  • En cuanto a la conservación, hay algunos trucos para que los utensilios nos duren más: no usar cubiertos de metal para remover; no cortar nada dentro de las sartenes u ollas y lavarlas con agua caliente, sin detergentes ni estropajos agresivos, por ejemplo. 

Con toda esta información, ya estamos listas para llevar la vieja sartén al punto limpio y hacernos con una nueva más eficiente y responsable :) 

La foto la comparte raspberry cupcakes en Flickr

lunes, 21 de julio de 2014

Boicot a Israel: no financies la barbarie

Una vez más la vergüenza, el dolor, la rabia. Una vez más la impunidad de Israel parece absoluta. Los muertos palestinos superan los 500. Desde el aire. A bombazo limpio. Sobre hospitales, casas, calles... A manos de una gran y rica potencia "democrática".

Y, como siempre, la indignación me atenaza la garganta y me quema en los dedos. Como siempre nos toca difundir denuncias, apoyar manifiestos, asistir a concentraciones... ¿Algo más? Boicot.

Es lo que nos piden desde hace años las organizaciones de Derechos Humanos, lo que nos piden desde Palestina.

El boicot es un arma legítima de incidencia política y cambio social. En la web de la campaña BDS (Boicot, desinversión y sanciones) podemos encontrar una lista de productos israelíes que se comercializan en el Estado español.

Puede que no parezca una forma directa de terminar con la actual masacre, pero si es un movimiento masivo y conseguimos que la economía israelí sufra un duro revés, probablemente el estado de Israel se eche a temblar. ¡Hay que intentarlo!


martes, 20 de mayo de 2014

Los pelos, la depilación y la sociedad de consumo


¿Tú cómo te sientes bien, con pelo o sin pelo? Pero, ¿realmente se nos da la opción de elegir? Un grupo de chicas ha realizado un microdocumental que reflexiona sobre la depilación como construcción social.


miércoles, 30 de abril de 2014

Petróleo en tu casa, en tu cama y en tu cara

Evitar las sustancias petroquímicas no es difícil pero hay que prestar atención. Desde el aceite mineral de los productos de belleza hasta los solventes de las pinturas y los detergentes del jabón en polvo, las sustancias petroquímicas están presentes en muchas de las cosas que compramos y que usamos en el día a día. Pero el secreto está en el nombre de los componentes, pues derivan del petróleo, que a su vez proviene de combustibles fósiles. Hay que leer las etiquetas antes de comprar cualquier artículo a fin de evitar estos productos.

Los componentes más habituales derivados del petróleo que podemos ver en las etiquetas de los productos que tenemos por casa suelen ser:
>> Mineral Oil (Paraffinum Liquidum)
>> Propylene Glycol
>> Vaseline
>> Parafina o parafin
>> PVP/VA Copolymer

En menos cantidad podemos encontrar también:
>> Benzoate
>> Alkyl parahydroxy
>> Benzene
>> Toluene
>> Petrolatum
>> Oxybenzone

En una rápida comprobación casera he podido constatar que el dichoso mineral oil, también llamado parafina líquida, es el derivado que está más presente y en mayor cantidad en los productos cosméticos.

Investigando qué es exactamente, he visto que se trata de un líquido incoloro e inodoro que se obtiene como un subproducto del refinamiento de petróleo para convertirlo en gasolina. Se usa tanto porque es muy barato. Al ser uno de los sobrantes del refinamiento de petróleo es más caro deshacerse de él que comprarlo. Además es muy resultón porque aparentemente da un resultado muy bueno. Al utilizar una crema con este tipo de aceite mineral, se absorbe rápidamente y la piel parece que queda sedosa y muy suave al tacto. En realidad, lo que hace este aceite es cubrir los poros y formar una capa sobre la piel que es la que hace que parezca más suave, pero, en realidad, arrastra el agua de las capas más profundas de la piel hacia el exterior. No está, pues, hidratando la piel, sino provocando el efecto contrario. También he podido decir que es comedogénico por lo que, al tapar los poros, puede provocar acné.

A todos estos componentes se les achacan también un montón de efectos dañinos tanto para el medio ambiente como para la salud. De muchos de ellos, se dice, incluso, que son potencialmente cancerígenos o que provocan una pérdida de vitaminas. Por supuesto que también hay muchísimos estudios a favor de estos componentes y que dicen que el petróleo es lo mejor de lo mejor para nuestra cara.

Lo que sí que nadie ha podido negar es que los compuestos de la cosmética no se quedan sólo en la piel, sino que llegan a los vasos sanguíneos y linfáticos y se dispersan por todo el cuerpo (pensemos en, por ejemplo, los parches de nicotina). Así, según qué productos haya en la crema que usemos, pueden aparecer en los riñones, hígado, etc. y quedar acumulados allí, pues el organismo no puede metabolizarlos. Las personas que usan cosméticos cada día deberían tenerlo en mente.

Lo mismo pasa con otro tipo de componentes como el Sodium Lauril Sulfate y el Sodium Laureth Sulfate (detergentes y espumantes presentes en el 95% de los champús y geles de baño tradicionales, que se usan en el desengrasado de máquinas y motores, y son muy irritantes y poco respetuosos con la piel ya que eliminan toda la grasa natural. Eso sí, generan espuma); los Parabens (que imitan a las hormonas del propio cuerpo, interfiriendo en el sistema endocrino: el hipotálamo, los ovarios, el tiroides, etc. Se han encontrado parabens en tumores cancerígenos de mama, en la leche materna, etc.) u otros compuestos que no son tan usados en la cosmética tradicional, pero sí que aparecen en productos más específicos como el aluminio en desodorantes (normalmente en forma de Clorhidrato de Aluminio), Diethnolamina (DEA), algunos colorantes, liberadores de formaldehido (compuestos que acaban en -urea), y aromas y perfumes sintéticos.

¿Qué podemos hacer? ¡Muchas cosas! :)

* Podemos plantearnos para qué usamos muchos de los productos cosméticos que forman parte de nuestra rutina. ¿Los necesitamos?, ¿realmente son para asearnos y cuidar nuestra salud?, ¿son reemplazables? Podemos cuestionar el modelo de sistema que nos crea necesidades alrededor de unos determinados cánones de belleza y desmontar nuestras inseguridades.

* Podemos elaborar nuestros propios cosméticos. En Internet hay un montón de blogs y tutotiales al respecto.

* Podemos consumir cosmética natural.

* Podemos reducir nuestro consumo de productos derivados del petróleo.

* Podemos decir a los gobiernos, a las empresas y a las personas que toman las “grandes” decisiones, que no queremos más petróleo, ni del Ártico, ni de Canarias, ni de Baleares. Que no queremos energías sucias. ¡Que lo que queremos son energías renovables!

* Podemos sumarnos a campañas como las de Greenpeace o Amnistía Internacional (entre muchas otras).

* Podemos hacer voluntariado en algún movimiento o entidad que defienda el medio ambiente y trabaje a favor de las energías renovable o que luche a favor de un sistema que nos respete.

La foto la comparte Raul Pacheco-Vega en Flickr

jueves, 20 de marzo de 2014

Y tú, ¿cómo consumes?

Carlos Ballesteros es profesor de Comportamiento del Consumidor en la Universidad Pontificia Comillas y coordinador del Grupo de Investigación ‘El consumidor y su entorno’. Esta semana leyendo uno de sus análisis me ha llamado la atención una clasificación de las 4 posturas que adoptamos a la hora de acercarnos al fenómeno del consumo. La comparto:
  1. La postura liberal, que plantea que en la sociedad de consumo no hay nada erróneo y que lo único que debe procurarnos es garantizar la libertad del consumidor para elegir racionalmente.
  2. La postura reformista, según la cual ciertas costumbres serían erróneas y habría que cambiarlas pero sin poner en tela de juicio el sistema global.
  3. La postura responsable, para la que el consumo sería parte de un todo mucho más complejo con consecuencias sociales positivas y negativas, lo que plantearía la necesidad de reflexionar acerca de los complejos vínculos existentes entre la sociedad de consumo y el desarrollo humano, pues pueden tener no sólo efectos positivos (a medida que los niveles de consumo aumentan, mayor porcentaje de la población tiene acceso a la alimentación, a la salud, a la educación, a la información) sino también negativos (las decisiones de consumo que se toman por parte de los habitantes de los países del Norte tienen importantes repercusiones sobre los recursos naturales del Planeta, sobre la producción de materias primas, la contaminación o sobre las condiciones de vida de los habitantes de los países del Sur).
  4. Por último, la  postura radical, según la cual el consumismo es tomado como el síntoma de todos los males que afectan al mundo: la sociedad de consumo sería, por su propia naturaleza, perversa y debe ser abolida.
La foto la comparte Adam Fagen en Flickr